jueves, 2 de enero de 2020

Tertium Millennium

Prosigamos si Dios quiere
nuestro camino sin Dios,
que siempre se dice Adiós
y una sola vez se muere.
 R. González Tuñón

Rocroi, El Último Tercio. De Augusto Ferrer-Dalmau, (CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=25148552)
Esta crónica comenzó a ser escrita el año pasado, o sea, la década pasada, cuando muchos hacían sus balances de fin de año, o de la década. Yo prefiero hacer un balance de un quinto de siglo, veinte (20) años, los que nos separan del inicio del Tercer Milenio. Aunque el sistema métrico decimal es tan arbitrario como uno hexadecimal u otro binario, es, por los motivos que cada uno quiera, el que más usamos y nos sirve de referencia. 

Hace 100 años, veinte años después del inicio del siglo, más de 20 millones de personas habían perdido la vida en una guerra que aún no sabemos quien inició, y mucho menos quien venció realmente.  Lo peor es que esa guerra no había terminado y menos de 20 años después de los primeros 20 años, se desató nuevamente y todavía más feroz.  La Segunda Guerra de los Treinta Años , como algunos describen al conjunto de Primera y Segunda Guerras Mundiales, asoló al mundo económicamente desarrollado entre 1914 y 1945, con intensas implicaciones para el resto del planeta.


El Triunfo de la Muerte (P. Brueguel).
Hace 200 años, en la misma península donde se desarrolló la carnicería del Siglo XX, casi los mismos actores se enfrentaron por más de una década, hasta que el emperador francés cayera derrotado y Francia e Inglaterra vieran sus finanzas destruídas, con una deuda pública que duplicaba su producto bruto interno, además de centenas de miles de muertos y aún más de heridos.  Las dos primeras décadas del Siglo XIX, fueron también apocalípticas.

Si me preguntan cuando me hubiera gustado haber vivido, respondo con énfasis: ahora.  O tal vez, en el futuro, porque soy de los que creen que todo futuro ha de ser mejor. Voy a explicarme. El peor augurio del inicio del Milenio se refería a la posibilidad de un crash informático por culpa de un error que haría confundir a las computadoras el año 2000 con el 1900 calculando, por ejemplo, intereses negativos.  Nada de eso ocurrió. Por el contrario, y sin que nadie lo hubiese previsto, la mayor amenaza a la sociedad vino de grupos de fanáticos religiosos que usaron técnicas terroristas justificadas por su fé para asesinar a miles de personas inocentes que trabajaban en unos gigantescos edificios, ahora tristemente famosos. Otros pretendieron acabar con la alegría de personas que se reunían en bares y teatros a celebrar la amistad.  Nos asustamos, la verdad, es que nos asustamos. Hubo trenes explotados, restaurantes y teatros acribillados. Recuerdo aquellos días de 2001 cuando algunos creían que esta forma de ataque no podría ser detenida nunca.  

Veinte años después, el saldo, siempre lamentable, de muertos y heridos en aquellas trágicas jornadas, no sobrepasa la decena de mil.  Cómo compararlo con los millones de la Primera Guerra Mundial, o las centenas de miles de las Guerras Napoleónicas? Como comparar la destrucción de un par de edificios, aviones  y vagones de tren, con la de ciudades enteras bajo el fuego de las bombas? La onda terrorista parece haberse extinguido, sea por los motivos que fuera, espero que porque muchos entendieron que ese no era el camino para conseguir sus objetivos.

El final de la primera década de este siglo todavía nos trajo otra neurosis: una supuesta profecía maya declaraba que habría un fin y un recomienzo, una época de inestabilidades y crisis, según algunos analistas, terminales.  Tanto me preocupó la preocupación de muchos que decidí escribir un libro para refutar estas afirmaciones incorrectas. El año 2012 vino y se fue y ni el campo magnético terrestre cambió de polaridad, ni un rayo galáctico sesgó nuestras vidas, ni una super-mega-ultra-hiper explosión solar barrió los vestigios de continentes, animales y plantas sobre la superficie de la Tierra.  Esto es lo bueno de predicar contra apocalipsis, uno siempre sale victorioso. 

Hubo guerras, es verdad, Medio Oriente es un polvorín donde centenas de miles han perdido casas y esperanzas. Y así, emigraron a destinos lejanos en Europa para reconstruir sus vidas. Todas sus historias son dolorosas, como la de venezolanos que sin guerra alguna decidieron marchar por millones de su país. Pero a pesar de todo este horror, no se compara, por el volumen y sus consecuencias, con aquellos primeros 20 años del Siglo XX, y XIX.

Es decir, el primer quinto de este siglo, no nos ha traído más muertes que los dos anteriores.  Ni siquiera cuando consideramos fenómenos naturales: según Judith Curry, la tasa de muertos por  eventos extremos (huracanes, terremotos, inundaciones, etc) ha caído un 99% en valores nominales desde 1900.  

Pero, a pesar de tan buenas noticias, no son pocos los que se aterrorizan por el futuro próximo. El Apocalipsis del Siglo XXI es la destrucción final de nuestro hábitat: la Tierra. Nuestro consumo desenfrenado está terminando con los recursos naturales, alterando el clima y eliminando especies de seres vivos de una forma que jamás fue presenciada. Esta vez, las voces de alerta vienen de los medios científicos (el consenso del 97% de investigadores) y político (las NN.UU. y el IPCC). Mientras algunos ven con esperanza la reacción rebelde liderada por una joven adolescente, otros creen que no hay salida, y el fin está muy próximo.  

Temo ser considerado un hereje por decir que no creo en este Apocalipsis tampoco. Tampoco creo que el consenso lo crea, no al menos en las formas en que se expone en los medios de prensa y por algunos de sus Heraldos más conspícuos.  La agenda climática ha sido tomada por un pequeño grupo cuya voz se eleva más alto que la del resto.  El resto, que teme ser socialmente condenado por connivencia con la industria fósil, mantiene un silencio medroso, apenas cortado por unos pocos que enfrentan las consecuencias, como Judith Curry, Roger Pielke Sr, y R. Pielke Jr. 

El Jardín de las Delicias (El Bosco)
Y así empezamos una Nueva Década.  Si la primera estuvo marcada por el horror del terrorismo religioso, la que termina se caracterizó por la confusión política (grieta), la ascención de gobiernos populistas en países centrales, y el aumento de la angustia por el futuro.

No sé que nos han de deparar los años 20.  De algo sólo estoy seguro, no será un Apocalipsis. Los versos de González Tuñón que abren este post lo dicen de manera poética: siempre se dice Adiós, y una sóla vez se muere.